jueves, 29 de mayo de 2008

Suerte

Cuando entra, la habitación está casi a oscuras, en una penúmbra incómoda. En cada esquina una persona. Tres hombres y una mujer. Elegantes. Espectadores.

Sólo una mesa en el centro. Encima, el revólver.

Ya sabe que aquí se juega de verdad. 3 balas en el tambor. 50%.

No deja de sorprender que haya gente que pague por ésto. El cerebro es un mecanismo perverso. El ser humano, monstruoso, por mucho que se maquille de cultura, poesía y ciencia. Coge el revóver. Por el rabillo del ojo, ve cómo la mujer desliza una mano en la entrepierna. Èsto es enfermizo.

3 balas en el tambor. 50%.

El dedo en el gatillo se niega a reaccionar.
Pasa un largo segundo.
Dos largos segundos.
Tres largos segundos.

El sudor. Quizá el último sudor.

Pum.

2 comentarios:

Kunin dijo...

Buena historia. Me recuerda a una película que vi hace tiempo. Creo que era francesa, pero no me acuerdo del título. Un tío estaba trabajando en una casa haciendo unas reformas y se queda con una carta que no era para él. En ella prometen al destinatario una cantidad importante de dinero por hacer algo que el protagonista de la peli ignora. Pero hay una dirección y se dirige hacia allí. Cuando llega descubre que se trata de una especie de torneo de ruleta rusa, donde los participantes están apadrinados por gente adinerada que apuesta sumas de dinero altísimas por sus jugadores. Debe haber más de 20 participantes, y sólo puede quedar uno. El que quede con vida se lleva un montón de dinero. ¿Creéis que es una historia fruto de una imaginación calenturienta o debe haber gente que haga estas cosas?

Curro dijo...

qué curioso. Estoy convencido de que estas cosas (y mucho peores) se hacen en la realidad. La mayoría de las veces en Yéchar, durante largas veladas invernales.