Finalmente, mi artículo sobre el cambio climático se ha convertido en un relato de ciencia ficción. He imaginado la vida dentro de 15 años considerando que los efectos del cambio climático los sufriríamos ya en ese período de tiempo. Pero esto sólo ha sido una excusa para imaginar el improbable futuro de algunos merovingios. No estáis todos, porque el relato habría sido demasiado extenso. Esto ha sido lo que me ha salido:
Yéchar, 22 de Agosto de 2.024. Son las 3 y media de la tarde. Cojo el abrigo y el casco y me dispongo a salir a la calle. Afuera está nevando, como cada día desde hace tres semanas. Me coloco el casco y abro la primera compuerta. Activo el esterilizador, espero a que suene la señal y abro la puerta de la calle. Hace un frío de cojones.
Camino penosamente hacia el bar, hundiendo mis botas en la nieve. El casco está bastante empañado y me impide ver la carretera con nitidez. Ya casi no recuerdo los tiempos en que podíamos caminar por la calle con la cabeza descubierta, sin temor a contraer ninguna enfermedad. Fue con el virus de la gripe H cuando comenzó a ser obligatorio su uso. Ese virus fue terrible, murió casi la décima parte de la población mundial. Una de cada tres personas que se infectaba tenía unos síntomas extremadamente graves. Cuando cada año aparecía un virus de la gripe nuevo la gente se echaba a temblar. Todo empezó con la gripe A, al año siguiente la gripe B y así hasta hoy, que debemos ir por la gripe N. Recuerdo la que se formó cuando se rumoreó que el virus original, el de la gripe A, lo creó en laboratorio una compañía farmacéutica, aquella que comercializaba el antiviral "Tamiflu". Estuvieron a punto de linchar al principal propietario, pero finalmente logró escapar. Murió al año siguiente, víctima de un sarampión.
Llego al bar y, una vez esterilizado, me desprendo del jodido casco. Dentro hace algo de frío, pero un café bien caliente me ayudará a entrar en calor. Aunque el café ya no es como el de antes. Cuando regresé a Yéchar, hace tres años, era bastante mejor que el de ahora. Regresé al pueblo desde Ibiza, donde estuve viviendo muchos años. Pero cuando el nivel del agua del mar empezó a aumentar de forma brusca Ibiza dejó de ser lo que era. Las calas y playas de la isla se las tragó el mar, el agua inundó cientos de locales y viviendas situados en la costa y el turismo dejó de acudir allí. Aún queda gente viviendo en Ibiza, cuya superfecie se ha reducido considerablemente, pero las condiciones de vida son realmente duras, con un clima frío y muy húmedo.
En el bar, como cada día, está Santiago tomando café. Busco uno de los escasos taburetes disponibles para sentarme a su lado en la barra. El Ches me sirve un café con su buen humor habitual. Hace ya muchos años que lleva el bar, a pesar de que siempre está diciendo que lo va a dejar. Antes lo llevaba a medias con Marcos, hasta que un día Marcos dijo que se iba a echar una primitiva y no se le ha vuelto a ver por aquí. De eso hace ya casi seis años. Hay quienes aseguran haberlo visto el mes pasado en Murcia, con un cubata en la mano y con la misma ropa que llevaba puesta cuando se fue.
Santiago me ofrece un purillo de vainilla. Creo que los consigue a través de alguna página de internet, porque adquirir tabaco es una tarea realmente complicada. Cuando comenzaron los problemas por el cambio climático el partido de Los Verdes arrasó en las elecciones. Entre las muchas medidas que aprobaron estuvo la de gravar enormemente el tabaco y el alcohol, lo que hizo que la mayoría de la gente no se pudiera permitir ninguno de los dos vicios. Hoy en día sólo se los pueden permitir unos cuantos privilegiados. Por suerte, Santiago localizó en Internet a un grupo antisistema que comercializa algunos productos a precios razonables. Me imagino que su paso por la política como militante del Partido Comunista le proporcionó algunos contactos importantes. Sus antiguos compañeros de partido sienten por él un gran aprecio. Lo cierto es que todo el mundo le aprecia, o casi todo el mundo. Tal vez quienes menos le aprecien sean sus hijos, y no es de extrañar, pues tengo constancia de la severidad con la que su padre les educa. Los chicos, por poner un ejemplo, jamás han jugado a ningún videojuego, al menos en su casa. Su padre los ha prohibido categóricamente, dice que fomentan la violencia e influyen nocivamente en la educación de los más jóvenes.
Mientras fumamos y bebemos café miramos los vídeos musicales en internet. Acaban de pasar uno de los éxitos del momento, interpretado por alguien a quien conocemos muy bien. Cuando Juanfra abandonó Alapúa para empezar una carrera en solitario nadie podía imaginar que llegaría tan lejos. Su paso por el festival de Eurovisión le hizo mundialmente famoso. En la actualidad tiene un tema en el número uno de los cuarenta principales. Un tema muy pegadizo, cantado a dúo con Cristina Llanos, versionando un antiguo éxito de los Backstreet Boys.
Una vez acabadas nuestras consumiciones echamos una ojeada al local. Sólo estamos nosotros dos y el barman. Le hago un gesto con la cabeza que él entiende a la perfección. Se dirige hacia el almacén para volver con la preciada botella de anís del mono, una auténtica reliquia procedente, curiosamente, de Alemania. Fue Curro quien nos trajo algunas botellas en su última visita. Servía copas de anís en su restaurante hasta que prohibieron el alcohol en Alemania. A los alemanes les encantaba. Recuerdo cuando Curro volvió a España, entusiasmado por poder al fin trabajar en su tierra. Pero nadie imaginaba que al cabo de tres meses se sentiría tan agobiado por la añoranza de su amada Alemania. Así que hizo las maletas y se fue para allá, en busca de una nueva vida. La verdad es que le ha ido bastante bien. En su restaurante sirve migas y michirones ataviado de huertano, y la lista de espera para conseguir una mesa es de varios meses.
El Ches sirve las copas con el preciado licor transparente. Nos vendrá bien para coger un poco de calor antes de salir de nuevo a la calle. Elevamos nuestras copas y realizamos nuestro brindis: "Por los merovingios".
Yéchar, 22 de Agosto de 2.024. Son las 3 y media de la tarde. Cojo el abrigo y el casco y me dispongo a salir a la calle. Afuera está nevando, como cada día desde hace tres semanas. Me coloco el casco y abro la primera compuerta. Activo el esterilizador, espero a que suene la señal y abro la puerta de la calle. Hace un frío de cojones.
Camino penosamente hacia el bar, hundiendo mis botas en la nieve. El casco está bastante empañado y me impide ver la carretera con nitidez. Ya casi no recuerdo los tiempos en que podíamos caminar por la calle con la cabeza descubierta, sin temor a contraer ninguna enfermedad. Fue con el virus de la gripe H cuando comenzó a ser obligatorio su uso. Ese virus fue terrible, murió casi la décima parte de la población mundial. Una de cada tres personas que se infectaba tenía unos síntomas extremadamente graves. Cuando cada año aparecía un virus de la gripe nuevo la gente se echaba a temblar. Todo empezó con la gripe A, al año siguiente la gripe B y así hasta hoy, que debemos ir por la gripe N. Recuerdo la que se formó cuando se rumoreó que el virus original, el de la gripe A, lo creó en laboratorio una compañía farmacéutica, aquella que comercializaba el antiviral "Tamiflu". Estuvieron a punto de linchar al principal propietario, pero finalmente logró escapar. Murió al año siguiente, víctima de un sarampión.
Llego al bar y, una vez esterilizado, me desprendo del jodido casco. Dentro hace algo de frío, pero un café bien caliente me ayudará a entrar en calor. Aunque el café ya no es como el de antes. Cuando regresé a Yéchar, hace tres años, era bastante mejor que el de ahora. Regresé al pueblo desde Ibiza, donde estuve viviendo muchos años. Pero cuando el nivel del agua del mar empezó a aumentar de forma brusca Ibiza dejó de ser lo que era. Las calas y playas de la isla se las tragó el mar, el agua inundó cientos de locales y viviendas situados en la costa y el turismo dejó de acudir allí. Aún queda gente viviendo en Ibiza, cuya superfecie se ha reducido considerablemente, pero las condiciones de vida son realmente duras, con un clima frío y muy húmedo.
En el bar, como cada día, está Santiago tomando café. Busco uno de los escasos taburetes disponibles para sentarme a su lado en la barra. El Ches me sirve un café con su buen humor habitual. Hace ya muchos años que lleva el bar, a pesar de que siempre está diciendo que lo va a dejar. Antes lo llevaba a medias con Marcos, hasta que un día Marcos dijo que se iba a echar una primitiva y no se le ha vuelto a ver por aquí. De eso hace ya casi seis años. Hay quienes aseguran haberlo visto el mes pasado en Murcia, con un cubata en la mano y con la misma ropa que llevaba puesta cuando se fue.
Santiago me ofrece un purillo de vainilla. Creo que los consigue a través de alguna página de internet, porque adquirir tabaco es una tarea realmente complicada. Cuando comenzaron los problemas por el cambio climático el partido de Los Verdes arrasó en las elecciones. Entre las muchas medidas que aprobaron estuvo la de gravar enormemente el tabaco y el alcohol, lo que hizo que la mayoría de la gente no se pudiera permitir ninguno de los dos vicios. Hoy en día sólo se los pueden permitir unos cuantos privilegiados. Por suerte, Santiago localizó en Internet a un grupo antisistema que comercializa algunos productos a precios razonables. Me imagino que su paso por la política como militante del Partido Comunista le proporcionó algunos contactos importantes. Sus antiguos compañeros de partido sienten por él un gran aprecio. Lo cierto es que todo el mundo le aprecia, o casi todo el mundo. Tal vez quienes menos le aprecien sean sus hijos, y no es de extrañar, pues tengo constancia de la severidad con la que su padre les educa. Los chicos, por poner un ejemplo, jamás han jugado a ningún videojuego, al menos en su casa. Su padre los ha prohibido categóricamente, dice que fomentan la violencia e influyen nocivamente en la educación de los más jóvenes.
Mientras fumamos y bebemos café miramos los vídeos musicales en internet. Acaban de pasar uno de los éxitos del momento, interpretado por alguien a quien conocemos muy bien. Cuando Juanfra abandonó Alapúa para empezar una carrera en solitario nadie podía imaginar que llegaría tan lejos. Su paso por el festival de Eurovisión le hizo mundialmente famoso. En la actualidad tiene un tema en el número uno de los cuarenta principales. Un tema muy pegadizo, cantado a dúo con Cristina Llanos, versionando un antiguo éxito de los Backstreet Boys.
Una vez acabadas nuestras consumiciones echamos una ojeada al local. Sólo estamos nosotros dos y el barman. Le hago un gesto con la cabeza que él entiende a la perfección. Se dirige hacia el almacén para volver con la preciada botella de anís del mono, una auténtica reliquia procedente, curiosamente, de Alemania. Fue Curro quien nos trajo algunas botellas en su última visita. Servía copas de anís en su restaurante hasta que prohibieron el alcohol en Alemania. A los alemanes les encantaba. Recuerdo cuando Curro volvió a España, entusiasmado por poder al fin trabajar en su tierra. Pero nadie imaginaba que al cabo de tres meses se sentiría tan agobiado por la añoranza de su amada Alemania. Así que hizo las maletas y se fue para allá, en busca de una nueva vida. La verdad es que le ha ido bastante bien. En su restaurante sirve migas y michirones ataviado de huertano, y la lista de espera para conseguir una mesa es de varios meses.
El Ches sirve las copas con el preciado licor transparente. Nos vendrá bien para coger un poco de calor antes de salir de nuevo a la calle. Elevamos nuestras copas y realizamos nuestro brindis: "Por los merovingios".
4 comentarios:
Evidentemente es un relato de ficción, porque nunca vas andando al bar, aunque vivas a 200 metros.
El relato es la caña
S-U-B-L-I-M-E
Ni aunque vivas a 5 metros vas andando jejeje.
Está que te cagas compadre, mola muchísimo, a ver que sucede en realidad. Luego habrá que narrarlo tal y como nos pasó.
Saludos hermanos.
Simplemente genial. Espero que haya una segunda parte.
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